miércoles, 17 de marzo de 2010

El ejército de hielo - Karmela

Iban caminando penosamente atraves de un inmenso manto de nieve que les cubria hasta la mitad del muslo, apenas si eran conscientes de tener extremidades y el brillo del sol en la nieve les cegaba. Avanzaban muy lentamente, pero ninguno de ellos pensaba retroceder ni un solo centímetro.
Eran valerosos soldados del Imperio y debian proceder como tales. Pero la desesperanza y la desolacion se iba apoderando de sus corazones y de su animo, aunque no de su voluntad de acero.
Tenian una importante mision que cumplir, debian proteger a su señor y a sus familias del imponente enemigo que les atenazaba las entrañas, nunca nadie habia osado enfrentarse a semejante fuerza de la naturaleza.
Desde hacia mucho tiempo todos cuantos tenian la desgracia de llamar su atencion caían bajo su influjo, el territorio del cual eran dueños y señores cada vez era mas extenso y solo la nieve y la desolación se abrian camino tras su devastación.
El terror anidaba en el alma de cuantos tenian la desgracia de cruzarse en su camino, tal era su reputación. Mas de la mitad de sus enemigos huían despavoridos y el resto quedaban indefensos al comtemplar tan inusual y estremecedora visión. El Ejercito de Hielo, los señores del invierno eterno, los amos del frio y la nieve.
Pero los valerosos soldados del Imperio seguian su marcha impertérritos, con todo su cuerpo congelado pero sin parar ni un segundo para recuperar el aliento. A la cabeza de la expedición iba Vlad el Castigador, fuerte y valeroso como ningun otro en su región, comandante de las legiones del Imperio, que con su sola presencia conseguia llenar de voluntad los corazones de los soldados que comandaba.
Ordenó el alto a las tropas.
A lo lejos se divisaba una masa informe que parecia un espejo, el brillo en la inmensidad de la nada era cegador, ya solo esto aterraba a cualquiera que osara enfrentarse al temible ejercito de hielo, pero lo mas espeluznante era su comandante, lo apodaban Athaylah y no dudaba en sacrificar a cuantos soldados fuera necesario para salvaguardar su posición y su reputación.
Athaylah, esperaba detras de sus hombres a que, como ocurría siempre, el ejercito al que se enfrentaban se disolviera en desbandada para poder asesinarles a su antojo, pero esta vez, ante su asombro, el ejercito enemigo permaneció cerrando filas en tormo a su comandante Vlad el Castigador, y este simple hecho desconcertó a sus esclavos.
Porque la principal diferencia entre las tropas del Imperio y las del ejerctito de hielo era que los hombres del Imperio elegian libremente servir a su señor Makshim, mientras que los hombres de Athaylah eran esclavizados desde pequeños y sometidos a yugo de su caprichosa voluntad.
Al ver que el ejercito enemigo no huía despavorido, como siempre habia sucedido, los hombres de hielo miraron a su lider y vieron el desconcierto y el miedo en sus ojos, lo que provocó que fueran ellos los que abandonaran el lugar de la batalla huyendo como ratas que abandonan un barco que se va a pique.
Y tambien a diferencia de su lider, el comandante del ejercito del Imperio les dio la posibilidad de unirse a su causa en lugar de masacrarles como era habitual en aquellos extraños seres de hielo, que, una vez vistos de cerca perdían toda su aterradora presencia, ya que el misterio quedaba desvelado, la apariencia de aquellos hombres, ya que solo eran hombres, se debia a los numerosos cristales que colgaban de sus armaduras y reflejaban el sol y la nieve.
De este modo y sin derramar apenas sangre, ya que la mayor parte de los hombres de hielo desertaron de su esclavitud, los valerosos hombres de Vlad ganaron la batalla y regresaron victoriosos a sus hogares, sin saber que ya formaban parte de la leyenda de aquellas áridas regiones.
Y lo que fue del cobarde Athaylah nadie lo sabe, porque a nadie le importó averiguarlo.

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